Aprendizaje por convicción y valores: Una vía educativa más saludable



Pensemos en nuestra semana… ¿cuántas veces les dijimos a nuestros hijos NO?, ¿cuántas veces acompañamos nuestra corrección con una amenaza? ¿Cuántas veces usamos la advertencia? ¿Cuántos “deberías” usamos para dirigir la conducta de nuestros hijos?

Seamos sinceros, quienes hemos sido educados a través de la culpa, somos propensos a transmitir la culpa a nuestros hijos. Entre todas las promesas que nos hicimos de no replicar algunas acciones de nuestros papás, de pronto ésta es la más compleja de cumplir, pues fue el sistema de vida que nos transmitieron. Pero, como siempre digo, estamos acá para mejorar día a día, para luchar contra las cadenas de nuestra infancia y para romper ciclos. ¿De eso se trata la evolución y crecimiento verdad?

La buena noticia es que existe una alternativa, una vía de educación saludable que te permitirá tus hijos adquieran un autocontrol sano sin necesidad de control externo constante y bajo la desagradable sensación de culpa. Y aunque te resulte difícil creerlo, es muy sencillo: educa a partir de tu dimensión ética. Déjame explicarte cómo funciona: cuando tu desarrollas una convicción razonada y razonable casi de manera automática forjas una nueva visión para afrontar conductas adversas o contrarias a la norma.

Acá no hablamos de relatividad, de minimizar las acciones, de ser condescendientes, de ser laxos e incluso de generar nuestro propio sistema de normas olvidando que pertenecemos a un macro sistema. Hablamos de que a partir del razonamiento podamos delimitar qué es correcto, qué conductas son las esperadas, qué principios no son negociables. Te doy un ejemplo sencillo: Si mi principio básico es el respeto a todo ser vivo, no voy a lastimar a un animal, no porque existan leyes que los protejan y yo corra riesgo de ir a la cárcel, simplemente no lo haré porque es mi principio, mi valor inculcado y asumido.

Bajo el concepto de aprendizaje por convicción y valores, es la mente la que dirige la acción, tus creencias se vuelven regentes de tu vida por elección y no por obligación. Es decir, eliges no para evitar la culpa, sino porque quieres actuar de acuerdo a un código de principios, a un valor aprendido.

Pues bien, si nos proponemos que nuestros hijos aprendan a tener criterios éticos, a que desarrollen premisas claras y la capacidad de analizar sus acciones, tenemos una mayor probabilidad de que tomen mejores y más prudentes decisiones.

Ahora bien, de pronto te genera la sensación de que este concepto es muy complejo pensando en la primera infancia, déjame decirte que cuanto más antes lo inculquemos más instaurado en sus principios de acción estará. De hecho, si todos nosotros, como educadores que somos, inculcamos a los niños la capacidad de analizar críticamente porqué se debe hacer o no algo no sólo instauraríamos las conductas que esperamos, sino que, sobre todo, lograríamos que ni el miedo ni la culpa guíen su conducta.

Sin duda, cuando buscamos el camino fácil y práctico es más sencillo decir no hagas, no corras, no toques, no grites, no golpees, no lastimes, no rompas y cuantos más se nos ocurra. Pero, si lo que queremos es algo duradero, una educación emocionalmente saludable y sobre todo basada en los valores, deberemos abandonar esta práctica. Y, si a estas frases agregamos la advertencia o la amenaza pues nos alejaremos aún más del propósito de enseñar a través de la convicción y nos acercaremos al carril de los cuestionamientos.

¿Verdad que nuestros hijos, con mayor o menor medida según la edad, tienden a cuestionar nuestras reglas, los límites que les ponemos e incluso nuestros “anticuados principios”? Pues bueno, a través del aprendizaje por convicción minimizamos esta posibilidad y damos congruencia a las reglas, damos sentido y sobre todo una razón de ser tan contundente que les restamos el ánimo de cuestionarnos.

Para facilitarte la transición de la educación a través de la culpa hacia el aprendizaje por convicción, comparto contigo dos escenarios que reflejan lo que trato de transmitirte:

Imagina que tu pequeño, sea por el motivo que sea, tiende a gritar y golpear para obtener lo que quiere. Entonces, los amigos del parque se quejan porque tu peque siempre les grita y golpea, en su centro infantil te reportan que nuevamente acudió a los golpes para obtener el material que quería, que lo ves en la tienda golpear a la vendedora para que lo atienda de inmediato.

Bajo un concepto de educación a través de la culpa usaríamos frases correctivas como: “No grites”, “Si golpeas los amigos ya no van a querer jugar contigo y te quedarás sólo”, “Cuando gritas me duele la cabeza”, “Te prohíbo que grites y vuelvas a golpear”, “Ya no te llevaré al parque o a la tienda hasta que dejes de golpear”, etc. Según los lineamientos del aprendizaje por convicción tu discurso incluirá frases como “Golpear y lastimar son acciones inapropiadas”, “Habla en vez de usar las manos”, “Tus acciones afectan a los demás”, pero por sobre todo, no hará falta frases ante la presencia de tal conducta, porque tu intervención será más preventiva que correctiva, día a día trabajarás en su ser, en transmitir principios a través de tus propias acciones, a través de narrativas, de la lectura de cuentos apropiados, en sí, a través del trabajo en su escala de principios que se convertirán en prescriptos base.

Ahora te desafío a que armes tú tus escenarios en función a las realidades que vives con tu peque y luego reflexiones cuál sería tu intervención bajo la óptica del aprendizaje por convicción. Piensa en todos escenarios, la tendencia a romper lo propio y lo ajeno, a olvidar pedir por favor o dar las gracias, a lastimar a las mascotas, a desordenar su cuarto, a invadir los espacios comunes en casa, a interrumpir las conversaciones, a ser exigente o demandante y un largo etc.

Menudo desafío el que plasmo, créeme que lo sé, pero cuando aposté por la enseñanza por convicción se me hizo más ligera la maternidad, descubrí que mis esfuerzos por transmitir un valor hicieron que el aprendizaje sea a largo plazo, disminuyeron los cuestionamientos y sobre todo aprendió por convicción y no por culpa.

Estoy segura, que a medida que veas los resultados pensarás dos veces antes de volver a usar la frase “Te lo dije”, abandonarás las frases que generan culpa y tu  empeño por ser educador de vida se verá reflejado en  mejores resultados y en menos caritas de miedo o culpabilidad. Vamos, te animo a apostar por el camino que demanda más empeño y participación, pero cuyos resultados no sólo los verás reflejados de inmediato, sino que también te garantizan estarás forjando unmaravilloso y funcional futuro adulto.

¡El equipo Happy Minds espera este artículo te haya invitado a la reflexión y te impulse a cada día ser mejor!

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