Crianza respetuosa y la confusión con la crianza permisiva
La evolución deviene del descubrimiento, del análisis reflexivo y de romper hitos, en el caso de la educación también viene acompañado por la necesidad de romper mandatos instaurados desde nuestras anteriores generaciones, todo aquello con un afán de hacer las cosas de mejor manera.
Entre muchas propuestas y reinterpretaciones surge la crianza respetuosa, basado en el concepto de crianza libre de violencias, donde a partir de un trato respetuoso desde la educación se procura sea saludable y enfocar nuestras acciones en preservar el bienestar psicológico de nuestros hijos. En sí es una manera de educar a los hijos algo diferente a los estándares conocidos desde la tradición.
No se trata de un método o una técnica, sino mas bien de un modo de cuidar y educar, pero por sobre todo es un modo de vivir y relacionarse con los demás a través del respeto. Este modo de proceder nos propone límites razonables y normas con sentido, viables según la etapa madurativa, todo aquello basado en la empatía.
Procura promover una visión empática frente a las necesidades de nuestros hijos, comprender sus emociones, educarlos y vivir desde el respeto evitando la represión, la amenaza, el chantaje con premios, la humillación, el ignorarlos o minimizarlos e incluso el etiquetarlos.
Este modelo nos propone varios criterios muy importantes de comprender desde una posición racional y desde el compromiso, tales como:
1. Generar lazos afectivos desde el momento del nacimiento.
2. Lactancia materna con vínculo afectivo.
3. En la etapa de bebés sostener en brazos, dormir cerca, confiar en el llanto del bebé como su sistema de lenguaje.
4. Precaución en la enseñanza de nuevos desafíos.
5. Equilibrio entre autoritarismo y permisividad.
6. Involucramiento y trabajo en equipo con presencia activa de ambos padres.
En suma, propone no sólo atender sus necesidades primarias (alimentación, higiene y seguridad) sino también dar énfasis en lo afectivo mediante abrazos, cariño, amor y atención, que sientan seguridad y calma gracias al acompañamiento por parte de los adultos.
La meta es fomentar niños sanos, felices, seguros de sí mismos, con buena autoestima y autónomos, pensando siempre que nuestro accionar va a repercutir en la vida adulta.
Al respecto reflexionemos cómo los tiempos actuales nos metieron a un ritmo de vida acelerado, donde el desarrollo infantil no se ajusta a las necesidades del mundo de hoy, claro ejemplo es el hecho de que esperamos que los niños coman a nuestro ritmo porque tenemos que cumplir compromisos laborales y márgenes de tiempo ajustados, tienen que dormir en nuestro tiempo y de corrido pues necesitamos descansar para poder encarar el día a día de nuestras aceleradas vidas y nos olvidamos de algo básico que nos enseñó María Montessori “No son tus tiempos, son los tiempos del niño”
Ahora bien, queda claro que hablamos que la crianza respetuosa propone empatía, respeto a su capacidad evolutiva, tolerancia a la falla, atención a las necesidades emocionales, uso del diálogo como mecanismo para generar cambios, priorización al estado emocional, atención y establecimiento de límites razonables y normas con sentido, entre otros elementos. Empero, en ningún momento, promueve la crianza permisiva. Pensar que los niños no tienen que tener límites, que pueden hacer lo que quieren, que pueden decidir sobre qué es bueno o malo para ellos e incluso que pueden enmarcar cuál es y cuál no la participación del adulto es un error que afecta al entendimiento y el poder ejercer lo que realmente es la crianza positiva.
El momento en que tu empiezas a rogar a tu niño para que apague el televisor, le empiezas a preguntar si le caería bien que ya cambiemos ese pañal tan cargado que ya está en modo explosivo, le pides como un favor que se cepille los dientes ya caíste en la crianza permisiva. Rogar, preguntar o pedirle un favor cuando estás estableciendo una rutina, poniendo un límite o enseñando a cumplir instrucciones es un error que te aleja de lo que realmente es la crianza respetuosa.
Lo mismo sucede en cuanto al diálogo, crianza respetuosa no es hablarle bonito, con voz aniñada, en modo súplica, lleno de adjetivos cariñosos y en modo sumiso y complaciente a fin de no traumatizarlos. Crianza respetuosa es hablar claro, con firmeza, sin amenazas, gritos ni etiquetas.
Caer en la crianza permisiva es cuando nos olvidamos que somos los adultos quienes tomamos las decisiones importantes en el día a día (como la hora prudente de apagar la TV o el tiempo de juego en el parque), es olvidarnos que los límites son sanos y necesarios para el desarrollo, es apostar por la libertad de acción en temas que necesitan regulación, control y aceptación.
El momento en el que “dejas hacer” al niño, lo dejas tomar decisiones contraproducentes y haces de tu día a día una negociación constante y cargada de ruegos, súplicas, solicitud de concesiones o favores y le preguntas todo lo que se le apetece hacer o no estás dejando de ser guía, te conviertes en el adulto pasivo permisivo y lo que inmediatamente sucede es que le generas inseguridad a tu hijo y casi por automático te deja de ver como el adulto encargado de pilotear su educación.
Y hablemos del llanto, efectivamente la crianza respetuosa deja claro que todo bebé utiliza el llanto como un sistema de comunicación y que sin duda debemos atenderlo porque “algo nos trata de decir”, pero pongamos los parámetros se denomina bebé a quien tiene entre 0 a 12 meses. El llanto usado a posterior como un sistema de comunicación, más aún cuando ya posee el lenguaje verbal desarrollado, deja de ser un criterio de atención primaria e inmediata. Cuando ya no son bebés, toca interpretar el llanto, entender su detonante y analizar, como adultos que somos, si es un llanto que amerita contención emocional o simplemente sosiego para luego entablar el diálogo sin ceder ni cambiar de postura, sólo llegar al entendimiento y a la aceptación del límite establecido dentro de lo racional.
En suma, la crianza respetuosa fomenta no gritar, retar, castigar o amenazar ante una rabieta o muestra de frustración, implica apoyar la gestión emocional del enojo, el miedo, la frustración o tristeza siendo los adultos quienes debemos enseñarles cómo hacerlo.
La crianza respetuosa establece que los padres tienen autoridad y eso implica poner reglas y límites claros, respetuosos y acorde a la edad, de hecho, deja en claro que los límites dan estructura, pero para ponerlos no necesitamos faltarles el respeto gritando o amenazando para que los sigan, y, establece también, que los límites inexistentes o confusos o la falta de acuerdos de convivencia afectan al niño en la adquisición de habilidades que le harán falta en la vida presente y futura.
Dicho todo esto, te invitamos a hacer un análisis introspectivo, a no olvidarte que eres el adulto responsable, el guía de tu peque y sobre todo a que prestes atención a acciones que te alerten que estás cayendo en la crianza permisiva, sin olvidar que los abrazos, el cariño, el amor, la atención activa y la participación constante son el mejor regalo que le darás a tu peque para su yo adulto del futuro. Para complementar lo aprendido en este artículo, te invito a leer uno anteriormente publicado bajo el enunciado:
“Aprendizaje por convicción y valores: una vía educativa saludable”.
¡El equipo Happy Minds espera este artículo te haya invitado a la reflexión, te impulse a cada día ser mejor y sobre todo te ayude a tener un mejor viaje en este maravilloso trayecto denominado paternidad!
Comentarios
Publicar un comentario